El feminismo
Feminismo
Por Magdalena Sánchez Blesa.
Me preguntaron sobre el feminismo. Qué es para mí ser feminista. Me decía la persona que me lo preguntó, que él no comparte que las feministas ahora quieran ser más que los hombres.
-¿Más qué? Le contesté.
-Pues quieren igualarse a nosotros, y hacer todo lo que los hombres hacen, y se trata de distinguir entre hombre y mujer, porque cada uno tiene sus funciones, sus trabajos, y la propia genética, te pide según tu sexo lo que has de desarrollar. Yo no quiero que las maten, decía. A las mujeres hay que tratarlas bien.
Así lo dijo, casi literalmente. He podido sustituir alguna palabra por otra, pero no he cambiado el mensaje.
Le dije a él que iba a escribir sobre esto sin nombrarlo, y además le contesté en ese momento lo mismo que voy a escribir aquí.
No soy experta en feminismo, pero estamos reduciéndolo a que debe ser, no matar a las mujeres. Que no se maten mujeres y ya vamos bien. Pues mire usted, no. A las mujeres, no solo NO hay que matarlas, hay que ir al detalle de su vida, que es lo que hemos dejado atrás mucho tiempo. Hemos descuidado, como sociedad, al sexo femenino, y hemos cargado sus espaldas de responsabilidades impropias, de estereotipos que no les correspondía acarrear, de estigmas que las han señalado como el sexo débil. Se nos ha vejado, se nos ha humillado durante muchos años, y ahora estamos gritando:
-¡Se ha terminado! Las camas las hacemos todos, porque dormimos todos en ellas. Los platos los fregamos todos, porque comemos todos en ellos. Los suelos los barremos todos, porque pisamos todos en ellos. Llevamos pantalones, jugamos al billar en los bares, al dominó si nos apetece. Conducimos tractores, viajamos al espacio, somos políticas, butaneras, solteras (no solteronas), porque nos da la gana, no por ser feas o guapas. Nos acostamos con quien queremos y nos levantamos con quien nos apetece, y ningún hombre nos ha de señalar por eso. No es solo que se deje de matar a mujeres de una santa vez. Es que se entere usted, que muchas mujeres, tuvieron que soportar ser criticadas por haberse quedado embarazadas antes de casarse, o por ser madres solteras, o por llegar tarde a casa, o por fumar, o por beber, o por llevar la falda más corta o más larga. Si era más larga, era motivo de mofa porque eran monjas, si era más corta, eran fulanas. Ya está bien, hombre. Ser feminista, no se queda solamente en defender que no maten a las mujeres. Ser feminista, es ser inteligente, es ser justos, es ser humanos, es ser responsables socialmente con nuestros semejantes. Queremos ser iguales. No nos vamos a dejar señalar nunca más por haber tenido dieciocho novios, por haber llegado de madrugada a casa. Las mujeres no somos objetos, ni floreros, ni queremos estar colgadas en un calendario, desnudas, en los talleres. Ni queremos que se nos diga un improperio por la calle, porque se nos violenta, y porque somos seres inteligentes, y no botijos con un agujero, como decía un vecino nuestro, al que cortó mi madre la cara por insolente.
-Usted no tiene vergüenza ni la conoce, le dijo. Y si cree que las mujeres somos eso, yo creo que usted, no los hombres, no, usted concretamente, es un ser frustrado, sin educación ni inteligencia.
Esa fue la contestación de mi madre en 1975. El feminismo, caballero, para mí, es eso, mi madre valiente. Es cada mujer y cada hombre de este mundo que cuidan de un sexo y del otro por igual. Es tener ese prisma que no distingue entre sexo débil y sexo que domina. No, aquí no domina nadie, aquí hemos venido a querernos y a respetarnos como seres libres e independientes que somos. No queremos ser más que los hombres, queremos ser iguales, simplemente. Es mi humilde análisis de lo que es ser feminista. Y hasta que quede una sola persona (hombre o mujer) con ese pensamiento insensible, sucio, indigno, mezquino y vil, de creer que las mujeres somos seres inferiores, botijos con agujeros, seguiremos diciendo como mi madre:
-Usted no tiene vergüenza ni la conoce. Usted es un ser frustrado, sin educación ni inteligencia.
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